En medio de la noche, la hija de la Luna atizba compasiva con un trozo de cera esa fogata que se consumió el recién segundo de hace miles de años.
Aún humea…
Era tanta la miel que cubrió sus ramas secas
que nunca más hubo en las palabras del hijo del Viento, fuego que las reviviera.
Yamel Murillo
Anatema©
20--