A NADIE MÁS PODÍA AMAR YO.
Caminaba, en ella el sol soltaba sus rayos más selectos: era parte de la magia sostenida por la playa, pero hundía su mirada el mayor de los secretos, el que sin palabras te habla como quien besa en silencio.
Su cuerpo lucía hecho por el mar y su vestido lo hacían las olas, pero el viento cooperaba con un beso que el propio sol instalaba en medio de la tarde... la misma tarde que le dejó abierto el corazón, aquel que era salvaje, libre, frágil y sin voz.
A nadie más podía amar el viento cuando ella soltaba el dorado de su cuerpo, su color del pensamiento y aquel sol de sus cabellos. A nadie más podía amar el día al verla caminar liberando su sonrisa, su color de las pupilas y su aroma a poesía.
A nadie más podía amar yo... a nadie porque simplemente se ama una de vez de manera, y mi manera fue escogerla como mi único destino, mi mayor felicidad y entregando mis sentidos.
A nadie más podía amar yo, aun sabiendo que en la vida no es eterno ni el amor.