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**~Novela Corta - La Impecable - Parte IV~**

Si Lioda, creía en ese amor, pero, no, no podía más ser. Cuando en su delirio se electrizó su forma de ver el cielo. Cuando en el albergue por su manera de ver el cielo, se intensifica más su forma de pensar en el amor del ayer. Porque aunque no quería morir de amor, tampoco deseaba exponer su vida con la señora por un viejo amor. Cuando en el amor del ayer, sólo fue tan pasajero como inolvidable, pero, ella Lioda, sólo quería ver el cielo, el mar, los lagos, y los animales, tal y como son. Y sin imperfecciones y con perfecciones, que tal vez, se diera una manera de atraer el delirio se diera la manera más eficaz de ver todo sin un mal y sin complicaciones. Cuando en el cruel desenlace se atrevía a descifrar o adivinar que en el ocaso se vá el sol y que llega la noche fría y ella, Lioda, sólo pensaba o imaginaba así. Sólo el amor como el amor verdadero, podía ser diferente o más que eso, un amor tan real como el que ella, Lioda, sintió en su alma y más en su corazón. 

Cuando llegó el Señor Pablo, a la oficina en la juguetería, llegó con un enfado, perdió el negocio que había pactado con el extranjero. Llegó sintiendo impotencias, desafíos, y más fracasos. Cuando ni se acordó del amor entre él y Lioda. Sólo sintió un desafío obtener más ganancias para su negocio de juguetería, ella, trató de resolver algunos casos pendientes, pero, aunque lo hizo fue infructuoso. El Señor Pablo, llegó malhumorado, enfadado, y muy molesto. No se sabía lo que había pasado, sino que comenzó a hablar soez, y en cuanto no se dieran de cuenta comenzó a hostigar a Lioda. Comenzó con tratar mal a Lioda, no se sabe con qué empeño comenzó a hacer eso. Cuando entre los celos, y de tal manera, comenzó a delirar lo que comenzó un encuentro de buenas a malas, de un amor a un desamor, de un cariño a odio, de una pasión a un frío inestable, de un calor a un álgido tiempo, y de un sueño a una pesadilla. Lioda, no sabía qué le había ocurrido en el viaje, pues, su manera de sentir, de agradar y de ser amable se le escapó de las manos. Cuando en el infinito del cielo, vió sólo el infierno, el delirio, y el invierno tan frío como gélida la piel misma. Cuando en el instante se debió de creer en el desierto, cuando sólo fue y será un amor que quedó mal infundado, mal deteriorado, y con una mala hazaña, y con un final devastador, pues, en el desastre de amar, sólo quedó mal deteriorado como el tiempo perdido. Y Lioda, lo sabía, pues, la manera de creer en el amor, sólo el dió una forma de atraer al destino lleno de furia y de egos y de odios adyacentes, después de cometer el peor de los yerros infundidos de un mal negocio. Cuando en la alborada se vió el tiempo nefasto, la crueldad, y la fantasía, de saber que en el destino se vió como un final cruel. Cuando en el coraje de amar dió lo que fue un sólo delirio, cuando en el albergue de un tiempo, sólo se dió un pasaje de ver el cielo como un tormento o como una cruel tempestad. Cuando en el paraje solitario de la soledad, se dió una sola mala sensación, cuando en el amor se volcó de odio. Cuando en el final se dió lo que más, un mal fugaz encuentro, entre el coraje de vivir o de morir bajo la tutela del amor. Cuando en el desierto se dió lo que más en el amor devastado, y en lo peor del ocaso frío, una noche a expensas del frío y la mala densidad. Ella, Lioda, pensaba todavía, qué haría después de sentir ese hostigamiento frío, desolado y tan atrevido por parte del Señor Pablo. No fue nada sexual, sino mala disciplina y mala ética, por parte del Señor Pablo. Cuando Lioda, se fue por el rumbo sin dirección, buscando una alternativa, una seria confianza, y una manera de creer en el verdadero amor, pero, no, no, no, no quiso más que creer en el amor que le había profesado. Cuando en el cielo se dió una vil y cruel tempestad, cuando se edificó más el dolor de sentir lo fuerte de un sólo dolor. Si en el delirio se amó consecuentemente a amar intensamente, sin tiempo y sin sufrimiento. Cuando en el deseo se electrizó un mal desafío en hacer creer en el mal y en el desastre en el cuerpo y más en la imaginación. Cuando en el combate se dió lo que más se identificó, un sólo desastre en la misma manera de vivir y de morir en la sola soledad cuando le dolió la llegada cruel del Señor Pablo. Cuando en el hálito impetuoso se dió lo más increíble del destino solo, un verdadero amor por parte de Lioda. Cuando en el desierto, se dió lo más vertiginoso, el más delirio vértigo, en creer en el hechizo perpetuo de un solo amor y de una sola pasión. Figurando el imperio y el temple en un sólo desafío, cuando en la manera de vivir murió ella, Lioda. Cuando en la desolación se dió lo más pernicioso de una verdad tan impoluta como el agua cristalina de que el amor había terminado o llegado a su final. Y fue ella, Lioda, que fue como el ocaso frío o como la noche fría, en que sólo el desatino fue el destino inconcluso. Y el camino fue ingrato e inerte, como el tiempo sin precedente. Cuando en el desierto de su propia imaginación iba a mil millas de distancia de la noche fría y desolada, cuando en el pensar se debió de haber atemorizado de un miedo y sin valentía. Cuando en el ánimo perdió toda existencia, porque el corazón se había enamorado, pero, quedó a la mala deriva en creer en el desierto autónomo de ver y de sentir el sólo silencio, en su propio camino. El Señor Pablo quería y amaba a Lioda, pero, no fue suficiente su amor y su pasión, pues, en el tiempo, se debió de creer en el destino o en la suerte de ver el cielo en la distancia y en la manera en creer en la bifurcación de sentir y de percibir. Cuando en el ambiente se dió la manera más desafiante de percibir el cielo con lluvia. Cuando en el furor de la comarca de toda una vida se vió alterada con tan sólo una furia del Señor Pablo. 

 

Continuará………………………………………………………………………………...