Ben-.

Palomares-.

Hay allí quietos enjambres de palomas

como inaugurados espacios sin vida

que crecen sostenidos apenas por rayos de sol

macilentos y distantes. En la lejanía

se vislumbra una quietud de paisaje

las horas dan muertas en el reloj del estanque,

y una cáscara podría venirse abajo.

Donde yo vivo responden las alcahuetas

se percibe el olor de lirios troceados, habituados

a la herrumbre de sus sartenes.

En la distancia, números y silogismos penetran

los lugares de mi infancia, quebrantan leyes, legitiman

huesos que forjaron existencias. Llevo

la esencia de aquellos osarios como constelaciones

en mi alma, y se forman arrecifes cada vez que los lloro

sin motivo alguno. Pero hay también

mujeres testimonio, rectangulares masas de brazos,

una luz invencible, un trono vacante, y un siglo

de esperanza. En esas avenidas maternales, donde

prevalece el silencio de las nubes, un mar de apariencia ciega,

aplasta los días y asoma directamente hacia los objetos.

Dualidades del espíritu contrario.

 

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