Me hiciste un viajero al irte
del drama de este suplicio,
un navegante confuso
en medio de un mar bravío.
Soy, desde entonces, un ciego
carente de un lazarillo
vagando, en círculo, a tientas
por lamentos infinitos.
Soy, del pasado, una sombra
volando sin rumbo fijo,
soy quién busca la salida
de este amargo laberinto.
Soy tu amalgama de noes,
tus azotes infligidos,
el deshecho de un amante
que a tu amor siempre lo quiso.
Soy la costra de una vela
congelada sin tus mimos,
el baúl de un triste sótano
relegado en el olvido.
Soy la astilla de un don nadie,
una chispa sin su brillo,
el calvario de un infierno
de insondables alaridos.
Soy la arena de una roca
que contigo era granito
convirtiéndome en un lodo
que al marcharte me deshizo.
Soy la garganta extinguida
de un ruiseñor afligido,
sin tener, ya por desgracia,
de vivir ningún motivo.
De un fantasma soy la imagen
levitando en un pasillo
enjugándome mis lágrimas
con la sábana que visto.
Soy, desalado, un océano,
una trucha sin un río,
un silencio de ultratumba
añorando a tus latidos.
Soy yo mismo el infortunio
que soporto y va conmigo,
sin brújula un ser errante
en grado sumo perdido.
El cascarón soy de un bosque
de paisaje apocalíptico,
una llaga mal curada
de un rechazo malherido.
Soy sólo otro bandolero
al que tu amor ha proscrito,
ante un espejo el enigma
de un corazón ya vacío.