Los ojos ágiles, de los violentos cuervos
que pasan esta tarde, van mirando los cuerpos
que aún no han dado su ultimo estirón.
Con el hígado en las manos, el triste,
conjuga su plato vacío y la ceguera de su pena;
Le hiere el olvido detrás de la puerta y piensa
que es demasiado pecado ser pobre.
No le hieren mucho las ávidas manos, magistrales
a la hora de desplumar, le duele mas
el entorno esquivo que se abre como un cáliz
amargo de los viernes.
¿Quién ya no va a cenar cargando su dolor?
¿Quién ha dejado, para siempre, su abril
de primavera?
¿Quién dejará mudo y en el aire a sus propios
sufrimientos?
¿Por quién ya no encogeremos el hombro
cuando pasemos por su costado?
El hombre es un pudor exagerado, es una estrofa
y un estribo de una larga historia de silencios.
¡Oh saurópodo en tiempos de ivermectina
y dióxido de cloro!
¿Alguna vez nos daremos cuenta que el próximo
meteorito ya está madurando en nuestro costado?
La vida es un premeditado infierno
para rompernos la soberbia y la ilusión,
es un dolor que lo usamos para uno mismo
o para destrozar a alguien muy cercano.