Me pregunto si habrán corazones
que jamás han bebido la savia
del hechizo perpetuo que ofrecen
las quimeras de pieles lozanas.
Los que nunca han soñado los besos
de los labios de grácil zagala
han perdido el Edén luminoso
de vivir la ilusión que arrebata.
Es por eso que siempre le canto
a los sueños que tienen fragancia
de pasiones tejidas con fuego
y que dulces delirios nos causan.
La ilusión es magnífica fuente
que al poeta lo nutre de magia,
y posee los vinos de Baco
que de anhelos supremos embriagan.
Es quizás el mas bello regalo
que nos brinda la vida de dádiva,
que conserva esplendor epicúreo
que nos quita el hastío que mata
y perfuma las noches bohemias
con esencias de flores extrañas
que nos llenan la vida de gloria
con ardor de pasión soberana.
Se desplaza y despliega su vuelo
transformada en fulgente cascada,
y sus gotas de luz transparente
un fulgor de luceros desgajan
con un tono de azul tan profundo
que parecen helénicas tiaras
que utilizan los dioses olímpicos
en sus noches de fiestas paganas
adornadas de estrellas preciosas
que promesas de amores regalan
inundando el entorno de encanto
con eterno matiz de esmeraldas.
Nos enseña la pista que lleva
al mechero que guarda la flama
del amor que produce desvelo
y despierta las tórridas ansias
de sentir un aliento exquisito
en las horas benditas del alba
palpitando con tenues suspiros
que parecen las notas del arpa
que tañían las ninfas de Grecia
esparciendo las regias tonadas
que volando serenas al viento
a la pluma del bardo llegaban.
La ilusión aparece rielando
esperando encontrar la morada
que le brinde el refugio que esperan
sus alitas quizás ya cansadas.
Su celaje apacible reposa
abrigando la verde esperanza
de tener las excelsas caricias
que iluminan radiante la estancia
y que llevan la blanca diadema
del idilio con auras sagradas
que convierten en cielo estrellado
los recodos ardientes del alma.
Autor: Aníbal Rodríguez.