Y contemplo las horas
que son como peldaños
que voy subiendo lentamente
¿A dónde me llevarán?
La respuesta está en la aurora
a la luz del desengaño
en sus rayos incipientes,
en los tonos de azafrán.
O tal vez está en el alma que añora
los besos de aquél extraño
y se siente en desamparo
pues ya nunca volverá.
He dejado el cielo abierto
en el centro de tus ojos
guardando mis recuerdos
en el cofre de tu sien.
Y éstas huellas ¡ah! éstas huellas
que no se apartan de mi piel,
me obligan a recorrerte
cada noche en mi lecho fiel.
Ven, borra las sombras de mi soledad,
enséñame de nuevo a soñar
y si las áncoras de tu corazón están cerradas,
Dame otro veneno que me acabe de matar.