Ayer murió un niño en el mar Mediterráneo
en las playas de Italia
en el desierto del Néguev
-el abandono del alba quebrantó sus sueños
y la esencia de su límpida ternura-
en los muelles acecha la niebla umbría
para dar la bienvenida a la última barcaza
que trae sus huesos tibios
después de un viaje a la deriva
-los sueños se disiparon entre pompas de espuma-
Hoy ha muerto un niño
en el altiplano andino
en los campos de Somalia
en la frontera de México
-sus pasos permanecen desparramados
sobre la hierba trémula y sombría-
Mañana morirá un niño
en las calles de Puerto Príncipe
el clamor de los desheredados
navega hacia los puertos del gran océano
buscando la orilla de ciudades ajenas
la miseria secuestra a los niños
que angustiados caminan sin dejar huellas
solo caminan
sin mirar atrás
sin mirar el horizonte
se caen y luego se levantan
disimulando el dolor de las rodillas
y los sueños abatidos
no sienten
transitan y siguen
hasta convertirse en un hombre muerto
[el polvo de las calles y la espuma de los mares
es lo único que nos narra la verdad decapitada y desnuda]