Ensoñación inducida, vía de clarividencias,
perspicacia fértil de principios eternos,
en el fluido de tu centro espiritual y vital,
en las pupilas de los deseos, en tus cavidades,
recovecos que resguardan sistemas internos,
artefactos en tu interior que se agitan por la vida,
van las manos virginales en la ventosa de tu dermis;
sublime avidez insaciable, aún en la gula voraz,
convulsiones en simultánea precisión desbordante,
en el finiquito de lo perecedero por tu ombligo,
y en el deseo erguido del refugio de la pasión,
propiciando expansiones luminosas en las lumbreras
tras el desvanecimiento total del espacio-tiempo,
y en el tacto de lo eterno, todo era ya: el destino,
y muere lo superfluo en sus contracciones rojas.