LOS TIEMPOS DE UN RELOJ.
Se batían los vientos por perseguirla, las nubes se agrupaban por acompañarla, la arena un monto sedoso parecía y el mar hacía gala de su voz dulcificada.
Se llenaban los días al estar su lado, todo se encendía más allá de un simple sol: por ella el ardiente rojo de unos labios hundía con besos los tiempos de un reloj.
Ir de su mano era ver el porvenir y dar por caminada la ruta del pasado. ¡Todo era más bello al tenerla junto a mí, sientiendo inacabable el beso de sus labios!.
Se había transformado en la magia, el milagro, en la dicha y la fuente de todos mis deseos: en toda mi vida se había transformado, en imagen divina llevándome a los cielos.
Se llenaban los días al estar su lado, todo se encendía más allá de un simple sol: por ella el ardiente tono de sus manos dejaban tenderse los tiempos de un reloj.