Giorgio Mauro Magno Icardi

LA SIRENA PLATEADA.

En una mañana obscura                    

dónde la voluntad del individuo   

se desvanecía rápidamente

ante la dictatorial presencia;       

que se regía en los barcos mercantiles antiguos;

en un naufragio elocuente

lleno de falacias utópicas                    

que inserta banda a la temible realidad

al funesto ignorante                   

que era el incierto pasado                     

en este inmundo planeta.

 

En una deforme roca                            

que tenía la inmensidad de la torre lunar         

estaba cepillando su enredado cabello  

con una dulce canción.

 

Nadé y Nadé            

contra turbios vientos                       

en los que destrozaban

el alma y el corazón              

del humilde hombre.

 

Y allí estaba la preciosa mujer;          

que tenía color ébano obscuro     

una melena espectacular

y unos ojos negros    

que parecían tan preciosa           

cómo el petróleo.

 

Me miró todo el cuerpo,                      

luego me analizó fijamente,                    

y luego fué un espléndido beso  apasionado         

que me enamoraba cada vez más.

 

Finalmente, un atardecer rojizo, y magnífico        

cómo si fuese participe de una ilustre pintura

selló una genial vida     

llena de innata felicidad.