Para mí es la estación más hermosa
del año.
Recuerdo cuando era niña,
que las mariposas amarillas
en su mayoría y otras especies
con sus diferentes colores, las que
aleteaban por las calles de mi bella
ciudad de Santo Domingo, R.D.
Todas llegaban agrupadas
y volando desde otros lugares
hasta aquí en busca de refugio.
Eran tantas que, en su vuelo hasta
chocaban con las personas
que deambulaban por las calles
y con los vehículos que por allí
transitaban e incluso al ser tantas,
chocaban entre ellas mismas.
Les cuento, que disfrutaba tanto
verlas volar, que en ocasiones
deseé unirme a ellas.
Su majestuoso y peculiar brillo
el que las caracterizaba al entrar
en contacto con los rayos del sol.
Lo que las tornaban cada vez más bellas
y brillantes, coloridas y fantásticas.
Aquello parecía una magia divina.
Mientras tanto yo, quedaba
totalmente deslumbrada.
Cómo cada año, esperaba ansiosa
el regreso de las mariposas.
¡Waooo que feliz me sentía cuando
nos visitaban!
Sin embargo, también me llenaba de tristeza,
al ver que muchas personas de mi sector
salían a las calles con ramas en sus manos,
para acabar con todas ellas y su mágico aleteo
el que realmente me hipnotizaba.
Eran tan frágil que
de solo toparlas, se desintegraban
sus lindas alas.
A solas, sufría y lloraba
con lágrimas en mis ojos,
la pena de no poder hacer nada.
Solo me alejaba, con una mala imagen,
de los adultos, quienes se unían a jóvenes,
para matarlas con sus ramas.
Pero antes de entrar a mi casa,
tomaba algunas de las que ya estaban
en el suelo, casi rendidas
y corriendo aceleradamente hasta
el patio las examinaba y les daba a tomar
gotitas de agua, para tratar de salvarlas.
Aunque en verdad,
ya no se podía hacer nada.
Así mismo, al ver que no podía ayudarlas
seguía lloraba a solas, las ponía en una cajita
para luego enterrarlas y finalmente
les colocaba una pequeña cruz,
la que recuerdo hacía,
usando dos palitos atados
con hilo de cocer.
En una de esas primaveras,
recuerdo perfectamente
algo que me sucedió.
Traté como siempre de salvar
algunas mariposas y finalmente,
encontré una, con un poco de vida.
Estaba tan indefensa
que de cualquier cosa se moría.
La verdad, era tan hermosa
que merecía la vida.
Por segundos, me entristecía.
porque eso lo sufría
en el alma mía.
Mientras las lágrimas salían de
mis inocentes y entristecidos ojos,
fue cuando reaccioné, para poder salvarla.
No sabía qué hacer.
Pero era la oportunidad que
tanto había esperado.
Cuanto deseaba salvarle la vida,
por lo menos a una de ellas.
Sin tener idea de lo que haría,
aprisa busqué algodón para acomodarla
y la acosté con delicadeza
para proteger sus hermosas alas.
La puse en el sol.
Corté algunas ramitas
y florecillas silvestres,
las que coloqué a su alrededor.
Le dejé caer sobre su diminuta cabecita
una gota de agua,
mientras esperaba los resultados.
Miré al cielo e implorando
por la vida de esa bella mariposa,
la que por su belleza
y fortaleza merecía vivir.
Es que ella no quería morir.
Había soportado ese sufrimiento,
pero, aun así, seguía luchando
por su vida.
Minutos más tarde
Una tremenda sorpresa.
¡Aquello fue algo increíble!
Me puse como loca de la alegría.
Saltando tan alto como podía,
de lo bien y feliz que me sentía.
La bella mariposa comenzó
a mover sus alas.
Estaba viva y esa vez lloré
y lloré, pero de alegría.
Pero me quedé en silencio porque
tampoco quería, que alguien
fuera y la matara.
Afuera seguían masacrando
las bellas mariposas y lo único
que ellas hacían, era llevar alegría
y vientos aleteados con colores
a nuestras vidas.
Y sin juzgarlas siquiera,
solo las mataban
y eso en el alma,
a mí me dolía.
¡Ay que alegría que sentía!
Pues con mucho esfuerzo,
la bella mariposa se movía
y de sus patitas, temblorosas
y tan finas como un hilo,
ya se sostenían.
Mientras yo aplaudía y me reía.
La coloqué en una de las ramas
de un frondoso árbol de los que
en el patio de mi casa había
y tan alto, como mi tamaño
me lo permitía.
¡Hey!!!
Yo no podía creer lo que veía.
Comenzó a aletear y minutos más tarde
salió volando.
Más mientras se alejaba
mis lágrimas de nuevo salían,
pero esa vez fue de alegría.
Ese fue uno de los días
de mayor felicidad en mi niñez.
Algo que nunca olvidaré
y es por eso que se los conté.
La bella mariposa voló y voló tan alto,
hasta que se perdió de vista,
como si quisiera defenderse
de no morir.
Había aprendió la lección.
Ahora ya no vienen mariposas volando
a la ciudad, haciendo que mis primaveras
no sean tan lindas como antes.
Sin embargo, me siguen gustando
las primaveras.
Como si fuera aquella niña,
aún busco en el viento
cuando voy al campo,
alguna mariposa pérdida,
la que necesite de mi ayuda
para poder vivir o por lo menos,
intentar salvarla.
Como ellas ya no vienen más aquí,
todos podemos colaborar
y ser las mariposas de la vida,
para recobrar de ellas,
la alegría y el brillo de sus colores
que antes nos traían.
Las Mariposas traen en el
viento, el amor a todo
la alegría y reflejan paz.
Las Mariposas son
Las reinas de la Primera.
Si te gustan las mariposas…
…Serás el dueño de tus primaveras.
EVOLA.RL
05/8/2020 RD