En el misterio de los átomos del oxígeno que exigen mis pulmones dormitan los afanes de las moléculas de agua que recorren mi cuerpo incierto, cada célula de sangre camelada le da vida al órgano que garantiza mi existencia para el aliciente de mis aparatos y sistemas, tan sólo para probar la dicha de amar. Y tanta apetencia de amor me invade que me comería a los labios que lo posean y sin terminar con eso mi apetito los volvería a comer un millón de veces, porque no existen labios que no posean al Amor, ya que es el Amor quien los posee. Yo amo la piel que traspira amor; mi alma en sus campos duerme, en sus cumbres toca el cielo y en sus cavidades se proyecta hacia la inmensidad del universo.