Mi poesía no tiene desarrollo,
y, como tal, la ausencia de narrativa
es obvia en ella: no presento argumentación
alguna, ni percibo en ella, enumeraciones
lógicas. Todos los poetas que conocí
partían de un sistema previamente concebido:
la experiencia, el creacionismo, el surrealismo,
o un híbrido de tantos. En mí, no existe
tal sistema; sólo un despliegue de palabras
que apenas o nada significan. Yo, podría
decir, no tengo ni sistema ni oficina de los que
percibir mi renta mensual. Me limito
a ponerle nombres caóticos a mi limbo personal-.
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