¡Cómo añoro, oh Dios mío, los compromisos del pasado!
aquellos antepasados ignoraban por completo la escritura
pero su palabra era para ellos un elemento muy sagrado,
por esta razón poca intromisión representaba la literatura.
Hoy la palabra, incluso la firma, parece una triste basura
se llega al extremo de afirmar que la huella es un plagio
sabiendo que sólo el pensarlo es una infantil travesura,
equivalente a eliminar sin antibiótico un fuerte contagio.
Cuántas promesas imposibles realizan aquellos políticos
sólo acuden al pueblo para conservar el vitalicio puesto,
después de su posesión se asemejan a seres paralíticos
y afirman que para su duro cargo no existe un repuesto.
Ser un hombre o mujer consiste en respetar la palabra
no en el dinero adquirido sin importar su procedencia,
es ser un tenaz labriego que muy juicioso la tierra labra
y busca sin cesar para su país, una real independencia.
Jaime Muñoz,28 de julio de 2020