Y la infame soledad,
como resurgen los sueños del hastío,
resurgió; y le arrulló el frío
invernal de mi pueblo con amago de bondad.
Mas encontró su hogar verdadero
en mi alma calcinada,
el alma abandonada
que tiene hoy ansias de amor sincero.
¡Oh soledad y hastío,
que habitáis el yermo mío,
soledad importuna y traicionera,
mi alma abreva en la fuente
de un cariño inocente,
y allí, junto al agua, soledad, te espera!