Y un amanecer desperté mirando al cielo
dibujando abstractos sobre la palidez del cosmos,
indagando lo que ha de existir
tras el azul cubierto de nubes.
Y hubo torrentes rojos detenidos.
Un llanto lejano y soles eclipsados,
la madera yergue el símbolo santificado
plantado, a un costado del camino.
Voy y vengo, en la partícula de polvo,
viajera en las entrañas del viento antípoda.
Estacionaria en los pétalos de rosa
y en trinitarias,
adornando la inhiesta cruz de palo
donde debió escribir una ilustre mano
—Poliglota—
Iesus Nazarenus Rex Iudaerum
Presa del horror— tiemblo—…me consuelo.
!Quizás por error, abajo puso mi nombre¡.