Cuando en el aire se electrizó lo que más naufragó en todo un mar abierto, cuando en la marea se dió unas olas más bravías que desnudó la esencia, la virtud y más el acecho de un mal comienzo cuando el Señor Pablo, se dedicó en cuerpo y alma hacer quedar mal a Lioda en la oficina de la juguetería. Si en el delirio se fraguó lo acontecido, cuando en el albergue del tiempo sólo se dió una manera de creer en el precio que le dió a pagar en la vida a Lioda. Cuando en la esencia se volvió presencia en la ausencia predispuesta de un cometido infringiendo en el combate de vivir mal y no tan bien como ella esperaba. Cuando en la esencia se dió el más instante de los dilemas, cuando en el acecho se dió la más débil fuerza en vez de la fortaleza en amar lo que le restaba a vivir a Lioda. Cuando en el vil de los momentos, se debió de enfríar lo que dejó en calma lo más pernicioso de un buen dilema. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se dió lo más respetable del ocaso, cuando en el tiempo, sólo se llevó lo que dejó de amar Lioda al Señor Pablo con la más fuerza del viento y la voraz velocidad como era ella la impecable en el teclado. Cuando en el momento se dió lo más terrible de un momento cuando en el ocaso se dió lo más terrible de amar lo que figuró más y más, en el combate de ir de venir, cuando en el coraje del corazón se dió la más fantasiosa fantasía sin querer sustituir a Lioda, por otra secretaria, cuando se llenó de un vil enfado cuando la vió embarazada y ella que le riposta que no era de él, era un embarazo tan deseado por el amor concubino entre Humberto y ella, Lioda. Cuando en el instante se volcó como un grito en el cielo como eco en el mismo momento frío. Si en el instante se debió de alterar lo que enfrió más en lo que poseía al jactar la manera más terrible de ver el cruel desenlace cuando en el final en creer que en la manera de ver el cielo se dió lo que más se formó al juntar las aves de manera real en un sólo vuelo capaz de volar lejos y de allí, de ese cruel horizonte. Cuando en la manea de creer en el horizonte se dió lo que más se fraguó lo que restó allí, cuando en el albergue de su corazón le dolía la manera cruel de ver el cielo de color rojo como los propios latidos de su propio corazón, pero, sólo fue un mal desliz, como el mal infeliz momento en que se dió cuando fue y será la amante del Señor Pablo, y quizás por siempre. Cuando en la manera de atraer la manera de vivir un tan funesto momento, en que se dió la manera más irreal de poder llorar con lágrimas tan acérrimas. Cuando en el jardín del corazón se entretejió una osada percepción, en saber que el destino era tan real como la red que atrapó un corazón en un sólo pasado, el de Lioda. Cuando por sólo unir las fuerzas se llenó de más debilidad, cuando le dijo, el Señor Pablo, a ella a Lioda, que la juguetería tenía unos negocios turbios y turbulentos, pues, no tuvo éxito en el pasado con el negocio con el extranjero. Y Lioda, sabía yá la verdad entre todo, entre los negocios y el Señor Pablo, pues, había comidilla entre los pasillos. Cuando en el ocaso fue lo que más se enfrió en el evento más importante en creer que en el amor y en el odio se dió todo. Cuando en el amor y en los negocios se valía de todo, menos en la trampa, se decía ella, Lioda. Cuando en la jungla y en la selva se dió una fría conmiseración, y una redención casi inalterada, y todo porque ella, Lioda, se sentía como un león salvaje sin sospechar que nada cambiaría su vida de salvaje a quizás siendo tan doméstica. Cuando en la alborada se dió un cometido de luz, como el propio sol, o como el mismo delirio, y tan frío como el mismo desierto mágico, pero, en la mañana, sólo dejó de abrir el corazón, en el mismo instante en que cruzó el frío por la misma piel, y todo por el mal altercado, de enfrentar una mala y la peor osadía. Cuando al acecho de percibir la forma de atraer el mal principio se enredó el peor capricho de enamorar a lo prohibido, a Humberto. Y Lioda, lo sabía, que era como sanar la herida por donde más dolía. Cuando en el odio se vino venir abajo, con el dolor de cabeza que hirió a Lioda una vez, por el mal hostigamiento. En que se vió el reflejo en amar lo que fue un día, como si halla sido, como la verdad tan impoluta en saber que el delirio socavó muy adentro del alma misma sin la luz que emanaba de ella por sí sola. Cuando en el albergue del coraje y del corazón se debió de enfrentar la manera de creer en lo salvaje de su propio mirar cuando en el corazón se debió de entregar con toda razón el verdadero amor entre Humberto y Lioda, como que venía yá pronto una niña en camino. Y se hizo como el sol o como la luna, cuando en el amor se debió de entregar el consuelo a desahogarse de un sólo tiempo. Cuando en el hechizo de atraer en el convite de amar, quedó como órbita lunar atrapando el mismo cuerpo y enredando el deseo de ver el mismo trato entre ambos como el Señor Pablo y el Humberto. Cuando en el instinto se deseó más el capricho de sentir lo que quedó en el alma fría. Cuando en el ámbito pernicioso, se debió en creer en el instinto, en que se cuece un mal delirio, en desamar lo que conlleva una dulce atracción. Cuando en el reflejo se llenó de un sólo tiempo, un sólo deseo, en creer en el paraíso lleno de una sola oportunidad, pero, quedó sintiendo como una forma de indentificar el coraje en el mismo corazón. Cuando en el instinto se borró de un sólo tiempo en el alma más leal y más pura del mismo instante.
Continuará…………………………………………………………………………………………...