No tengo idea por qué estoy aquí.
Luché por tantos años por seguir lo que veía, lo que tenía enfrente de mis ojos,
Y ahora aquí, estoy tirada en la calle de un lugar oscuro, sin luz.
Yo vivía de los rayos solares que suaves rozaban mi piel y mis plumas a veces brillaban por tantas vitaminas que nutrían su fuerza y agilidad.
Aquí no se puede volar, aquí no hay cielo, hay mar.
Quiero llegar a tocarlo, pero no sé cómo escalar
Esos altos edificios que intimidan hasta al más poderoso, no sé si voy a poder más.
Encontré una cueva, formada por la raíz de una Ceiba.
La gente tira sus desechos aquí, pero en una esquina, encontré un artefacto,
Como en el mundo del que vengo le dirían, un piano.
No tengo ni idea cómo se usa, solo lo he escuchado.
La combinación de teclas es deliciosa para mis tímpanos que resuenan a su sonar.
Necesito esas notas para volver a sentir esa pasión que algún día tuve.
Pero ahora solo veo las teclas enlodadas, igual que mis preciosas alas.
Es lo único que tengo, es lo único a lo que le confío.
Tengo que volverme a construir, a lijar mis garras para poder trepar esos edificios
Y poder llegar
A tocar esas aguas majestuosas que quizás me den una pista para saber por dónde seguir
Esta ruta que, sin saberlo, elegí.
Pero para mientras, toco una triste melodía
Que consiste de tan solo tres notas seguidas.
Si las toco lentamente, arrullan mi alma
Y, por fin, logro descansar.