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**~Novela Corta - La Impecable - Parte IX~**

Nació la niña de Lioda y de Humberto, cuando apenas la tormenta se vino llegar en una noche tan tempestuosa, y tan tormentosa como la misma lluvia, la cual, empapaba todo alrededor y más que venía del mismo cielo. Cuando nació Luisa, la niña de Lioda y de Humberto, en una cruel tempestad, que le vino como premonición a su vida futura. Pues, sólo le faltó esperar al Señor Pablo, para hacerle lo peor a Lioda, la que fue y será por siempre su amor y  más su amante. Cuando en ubérrimo instante fue una delicia haber sido la madre de Luisa, una hermosa niña. El Señor Pablo, continuaba hostigando a Lioda, en su forma de laborar, en interpretar las caricias más malas y por tanto mal infundado, entre los papeles y el papeleo en la oficina de aquella juguetería. Cuando pasó el tiempo, y él, el Señor Pablo, continuó despreciando y hostigando en voz alta a Lioda. No era un enfado agudo sino un hostigamiento débil entre ellos dos, porque saben lo que fueron antes de todo, amantes. Cuando en el deseo se convirtió en un mal anhelo, pues, en el aire y en el desaire, se dió lo que más se electrizó, cuando en el convite se dió lo más real, de una manera de creer en el amor, pero, tan incierto como el mar abierto con un horizonte de frente. Cuando pasó el tiempo, sí, y creció la hija de la más impecable, de la secretaria más envidiada de la oficina de la juguetería del Señor Pablo. Cuando en el albergue de un sólo tiempo, cuando en el tiempo, sólo quedó un mal deseo, un mal final y un mal amor. Cuando en el anhelo se debió de creer en juntar lo que quedó allí, en un desierto tan mágico, como el haber crecido la niña, yá era toda una jovencita y Lioda continuaba laborando para la oficina como secretaria de la juguetería. 

Un día, la invita a fiestar la amiga de Luisa, una alocada muchachita que pretendía sacarle a los viejos hasta el mal vivir. Cuando al bar cercano a la juguetería la invita la amiga de Luisa, y Luisa acepta, pues, sólo quería divertirse con ella y con “los viejos de ese bar”. Cuando en el bar conoció a un viejo llamado el Señor Pablo, pues, se supone que no se debían de conocer, pero, se conocieron y él, supo que era ella, Luisa, la hija más deseada de Lioda. Cuando en el momento, se debió de entretejer lo que más se debió de hacer a todo un mal tan imperfecto, en que sólo el tiempo se debió de creer en el sueño en la pesadilla, en que viviría Luisa y más Lioda, con su hija más anhelada. Cuando salieron al bar una cuantas noches, el Señor Pablo, la invitaba a salir, le regalaba cosas de valor y de una munificencia de un valor incalculable, pues, eran jovencitas que querían todo, a cuestas de un “viejo verde”. Y Humberto no sabía nada, pues, era el triste pasado de Lioda, y Lioda, era tan retraída, pero, seguía y continuaba impecable con el teclado. Cuando en el acecho se debía de sentir lo que es y será, como un derrumbe total, lo que más pasó dentro de la manera de creer y de percibir el instante. Cuando en el momento cayó en redención cuando en el alborada sucumbió y brilló a todo un sol, cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se dió lo que más quiso en ser, una osadía, en la cual, se debió de creer en el silencio que le procuraba. Cuando en el reflejo de un sólo espejo, se vió un rostro lleno de lágrimas, por el incumplimiento como hija de Luisa, era alocada, ebria y llegaba tarde a la casa, comenzó un terrible dolor de cabeza para Lioda. Si su hija sólo le dió esos dolores de cabeza cuando comenzó a salir más de la cuenta, cuando Luisa salía con el Señor Pablo. Sin darse de cuenta, que sólo el Señor Pablo, sólo quería su desgracia como mujer. Ella, Luisa, no lo sabía, pues, era su mayor conveniencia, saber que el viejo era todo para ella, y sus escandalosos eventos sociales en que ella malgastaba tanto. Aunque el viejo le desgracia la vida, no lo sabía Lioda, ni mucho menos Humberto, su padre, cuando de repente, una noche llegó ebria, tan, pero, tan ebria, que lo dijo todo. Y lo supo Lioda, pero, no le dijo la muchacha el nombre del hombre que la violentó, y que era el Señor Pablo, el mismo que la amó a ella cuando de joven, como fue la más amante ardiente del señor. Lioda, no lo sabía ni se lo imagina, sabía que era un señor de edad, pero, no llegó a saber quién era el señor que le violentó a su hija mayor. 

Cuando una noche se llenó de ansiedades crudas y de estrés, cuando quiso indagar más en su mente y en su pensamiento qué le ocurrió a su hija Luisa, en todo ese tiempo en que ella, Lioda, era, fue y será la más impecable en aquel teclado en la oficina de la juguetería donde ella, por más de dos décadas fue la empleada, de alta confianza y la mano derecha del Señor Pablo. Cuando en el instante se dió, en el más cobarde de los momentos cuando Lioda, le dió como lo entero de un por qué. Sintiendo saber que ese por qué nunca lo iba a conseguir, cuando en el momento, se dió como lo más inesperado del acecho que le tenía la vida, sí, con ella. Cuando por unir la vida, sólo le quedaba un fracaso, de ver la vida como un tiempo sin tiempo, cuando las horas sólo quedaban en un reloj sin sentir que el tiempo pasara de largo. Cuando en el final sólo se debió a una mala confianza, a una mala crianza, y mal tiempo pasado entre Lioda y Luisa. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se debió de unir los corazones en un mismo cuerpo, sabiendo que de ella había nacido la hija más deseada por ella Lioda y Humberto. Ella, se deprimió un poco al saber de la desgracia de su única hija, cuando en la manera de sentir el silencio, se dió lo más pernicioso del ocaso frío. Y fue cuando en el silencio quiso convertirse en una loba feroz o una leona que defiende su cria. Cuando en una noche decide seguir a su hija Luisa y sí, se ven en el bar el Señor Pablo y ella, Luisa. 

 

Continuará…………………………………………………………………………………….