Mirando de soslayo tu figura
cercana te contemplo de reojo
y envuelto en la coraza de un sonrojo
me fundo en el volcán de tu dulzura.
Pretendo desfilar con galanura
portando el uniforme de mi arrojo
y arena, torpemente, me recojo
al ver que me deshaces la armadura.
Ablandas mi cerámica de fiero
y el barro argamasado de mi vida
disuelves en tu horno gota a gota.
De arcilla es mi casaca de guerrero
tornando hacia tu fragua, derretida,
después de hacer hervir mi terracota.