Vive, pero...
No acumules un llanto silencioso,
Ni seas puro sendero de un extraño
O la hierba mala de tus campos.
No abones campo ajeno receloso,
Ni seas el vil maldito del rebaño
O la fuerza negra bestial del azaro.
No emules compelido a dioses ajenos,
Ni seas la esperanza de un necio
O la última mano de un completo avaro.
No me llores cabizbajo gritos ociosos,
Ni repitas palabra de un falso aprecio,
O la muerte lenta de todo desamparo.
No perdones odios inventados,
Ni sientas en deuda a tu vecino
O se secará el trigo en tu molino.
No me creas de los eternos sabios,
Ni me odies por mis errores
O te perdonaré quedo con mis labios.
No te enamores de la mujer de tus sueños,
Ni dudes que solo necesitas a la de tu vida
O caerás en la trinchera ocre sin dueño.
No mueras como un emperador olvidado,
Ni creas que tu imperio no funciona
O no podrás recontruir palacios alados
No vayas mucho a casa de otras manos,
Ni te sirvas de sus banquetes
O quedarás sólo como un soquete.
No llores por las traiciones de tus colegas,
Ni dejes torcer tu brazo ensagrentado
O serás el perdido con un espíritu lamentado.
No creas que mereces más que todos,
Ni te sientas frustrado por tu posición
O vivirás dolido con nubla convicción.
No te amargues la vida completa,
Ni hagas de todo un pasotismo
O caerás agotado a mitad del camino.
La vida de los grandes hombres es una que no conocemos,
Gozan en silencio, y viven tácitos,
Lloran y no muestran el llanto;
La eternidad es una escalada de miradas, donde hay cegueras gigantes,
Algunos seres son vistos por glorias, otros por oros y amantes
Pero al fiel no se le ve vestido de Dios
¡Y la cólera de los necios no les son más que silencios!
Viven y mueren, no le temen a la naturalidad,
Más nunca pierden su genialidad.