La aurora viste su cabellera de ondulados castaños
de naranjas y azules como si fuese un ser alado
o como si proviniera de esa mañana, encaminado
a hacerse arcoíris por el valle donde pasan rebaños.
En las mañanas ella pasea por el puente, El solitario,
para llegar a la plaza a vender frutas y especias
y así, hasta el mediodía en que va y compra acacias
para su madre que la espera al lado del campanario.
Así se van ellas, enredadas en los colores de la tarde
pasando por caminos zigzagueantes y de arrieros,
hasta llegar a casa para comer y compartir palabra.
Cada mañana vuelve a la plaza con Dios que la guarde
ante las vicisitudes del día, que siempre tienen asideros
por los árboles del parque, las banquetas y la acera.
D.Valencia