Te miro como la más valiosa joya
la joya jamás pensada
la que sueñan los orfebres,
la qué desean las damas.
Joya que no puede ser usada,
solo para mostrar
protegidas de ladrones
en vitrinas con guardianes.
Serás hecha de metales preciosos,
oro de veinticuatro quilates,
adornada con platino,
los más costosos metales.
De piedras
miles de brillantes
refulgentes como estrellas,
corazones de granate
tan rojos que parezcan sangre.
Ónix para tus ojos,
para los cabellos topacios,
de perlas y ópalos
son tus dientes blancos.
Tus labios de rojo escarlata
con la intensidad del rubí
la piel de concha nacarada
como la leche blanca.
Ven a mí, entrégate, lúcete,
déjate ver,
sin cubierta, ni vestidos,
ni tules, ni encajes,
desnuda como Dios quiso
que llegaras al mundo,
solo de tu piel cubierta.
No pares, concédete,
ven a mi lecho,
sabes que muero por besarte,
nada es más importante que amarte.
Serás exquisita joya,
hermosa hembra desnuda
lista para el viaje,
que nos ha de llevar
del lecho hasta el cielo,
sin equipaje.