Tezla Abastida

XanadĂș

           

En mis andares llegué a ver un ocaso de los que vienen por gloria y van reptando sencillez por lo estelar... Sentí en la brisa de lo lejano como el mar me llamaba, y al llegar posé mis pies sobre su manto revuelto, que susurrando en el andar de su oleaje, me invitaba a conocerlo. Era el tipo de agua que podría haber ocultado al Xanadú, prometiendo un edén en el camino y despertando sueños con su efluvio... Aunque yo osaba hablarle de la vida, de su inmarcesible belleza, del aroma libertino o del alma que despierta, del cosmos, de lo sacro o algún que otro baladí sobre lo imposible y lo imperfecto… Bastó con el murmullo para dejar mi ego atrás y verme postrada ante su inmensidad, sin comprenderlo. ¿Sería amor a primera vista o amor al misterio? El hombre ha creado tantos nombres para cada sentimiento y casi todo se resume en afecto o en su opuesto. ¡Y hay tantos tipos! El de Eros, el fastuoso, el aprecio, el pasional, el cariño… Todos condensados en aquellas aguas de secreto. Y aquél ocaso… Hubiese querido convertirme en viento y surcar en su cielo, respirar el aire divino por una última vez y revelándose ante mi su enigma, sucumbir como pocos, afortunados, lo han hecho. Refugiándome en la poesía y mi travesía, en su sigilo eterno.

 

Por: Tezla Abastida

14/05/2016

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