Mis lágrimas desangro en un murmullo
carente del hechizo de tu magia
y hundido me evaporo y me diluyo
sin nada que contenga su hemorragia.
El virus de tu adiós me lo atribuyo
y en suma venenoso me contagia
al ver mi soledad que el fuego tuyo
ahora su extinción me la presagia.
Me apago descompuesto en mil pedazos
y muero al añorarte esos abrazos
que siempre regalaban tus delicias.
Sin ellos mi martirio es ir viviendo
sabiéndome culpable y padeciendo
la ausencia de tu amor y tus caricias.