Eres la última mujer que pudo amar mi corazón,
es por ello que poco a poco pierdo la razón,
cuando mi diminuta y frágil alma vibra de emoción,
al escuchar un cálido poema o una inspirada canción.
Fuiste el capullo donde germinó la semilla de mi vida,
Sin importar que podía ser una dulce fruta prohibida,
tu precioso néctar brotó a borbollones buscando la salida,
exhibiendo la tierna maravilla que contenía escondida.
Tu piel es el sublime refugio de mi gélida e infinita noche,
ese encanto minimiza cualquier enorme reproche,
mi vida a tu lado es fantástica y encantadora,
es irrelevante si viajamos los dos a pie o en lujoso coche.
Nuestro romance podemos proyectarlo a la eternidad,
carente de importancia cuan lejana sea la inmensidad,
diminuta es la diferencia entre la fortaleza y la debilidad,
sí un solo minuto de mi vida lo compartimos con intensidad.
Jaime Muñoz. Mayo 25 de 2019