La lluvia no ha vuelto a refrescar la oda.
La vida llega arrugada, retirándose a la soledad
porque ya paso el tiempo de seducir a los castos,
con palabras que no regresan al alma.
Aún, la vida sigue acercándose
con gestos y carantoñas agradables,
como una tarde de verano
asomada al inmenso cielo, por ejemplo.
Cada vez llega más en punto lo infinito;
en silencio ,acallando la melodía rutinaria
de muchas mareas altas.
En la pequeñez de la divagación que nace de las cosas
hay vibraciones del olvido y desconsuelo…
-una estancia más…
Una estancia espiritual que se prepara para el sueño puro,
una sensación de invernáculo en la atmósfera
que se derrama sobre el trono de la espera.
No existen los minutos, ni los segundos...
no existe el viento estrecho.
Ese dictador brutal del tiempo vuelve a recobrar
la pradera polvorienta del mañana.
los huesos ,ya, caminan exhaustos
hacia la mirada llameante del sol.
Espacio es lo que hay por ahora y un grito.
-¡la vida es bella!
Antonia Ceada Acevedo©