Miremos juntos el destino,
hasta que el aliento se lleve nuestra ánimas,
allí, donde la sangre se agota,
donde la pasión se llena de delirios.
Bebamos nuestros cuerpos,
hasta que las gargantas enloquezcan,
en una sola boca,
en una blanca rosa, en una diáfana mañana.
Hechicemos la luna solo por una noche,
hasta que se oculte la última caricia,
en un palpitar sin límites,
sobre el cielo que ilumina tu mirar.
Corramos junto al viento,
entre la primavera y la brisa del mar,
abrazados de un horizonte,
lleno de sueños y estrellas fugaces.