Miguel Ángel Cisneros

Alondra

Pequeña alondra que desfilas

entre las ramas del apetito;

tus alas no son de porcelana,

son ágiles y ligeras, sacúdelas y verás.

 

Te muestro cómo volar,

aunque sabes que eres libre;

te doy el alimento en la boca,

aunque tu pico es afilado

y tus garras puntiagudas.

 

Te enseño maravillado

los rincones de mi campo,

cuando has recorrido fronteras

más bastas y espesas.

 

Dime, ¿qué hay en mi mundo

que te sostiene encerrada?

No hay barrotes en tu jaula

y el trapecio sobre el que te yergues

no son más que mis penas

fraguadas con cálidos alientos.

 

¿Por qué no bautizas con tu vuelo

el impuro aire que nos asfixia?

¿Por qué sigues convirtiendo en

feria este mausoleo de memorias?

 

Aunque te fueras, no comprendería

tu viaje como una huida

sino como un nadar hacia arriba

desde un naufragio perdido.

 

Aunque te fueras, no exiliaría

mis sentimientos en trincheras,

ni forjaría con lágrimas

la barrera del olvido.

 

Aunque no te fueras…

Pintaría en tus pupilas, incluso, las esquinas

de los horizontes más inalcanzables.