Lluvia está triste hoy, le declaró su amor a sol y éste le dijo que no.
– Siempre me haces llorar – Gritó – me deprimes con tanta facilidad. No importa lo que hagas tú nunca podrás cambiar.
y quiero sonreír una vez más pero sé qué entonces de tu lado me debo alejar, ya que tú cicatrices aún no se recuperen y soy yo quien tiene que pagar por ellas. Ya me cansé de darte mis sonrisas y soportar tu miseria.
Lluvia recordó los momentos en los qué Sol trató de ayudarla, preguntándose sí todas esas promesas de amor fueron falsas.
– Juraste amarme aún con mi dolor – ella suspiró – sabías cómo era yo, traté de advertirte pero no te importó. Me prometiste un amor sin condición ¿y ahora me dices que el problema fuí yo?
Tu no me amaste, sólo me soportabas porque con mi ayuda conseguías crear algo digno de apreciarse, pero me niego a seguir ayudándote y de ahora en adelante iré por las calles causando ríos de llanto a todo ser que se niege a amarme.
Así como lo dijo Lluvia, esa pelea fue razón suficiente para huir, y desde entonces el arco en el cielo dejó de existir.