Enojos desesperados
y que te hieren de pronto,
que asustan una y mil veces
sin quererlo en mi rezongo,
y que persiguen por siempre
sin saber lo que propongo
de pasar a alguna historia
que produzca la alegría
de poner contento al otro
mientras que alguno no olvida
lo que provoca el enojo.
Enojos muy calculados
que me sorprenden en todo
lo que hago, lo que escondo,
que me cubren sin pensarlo
todo el tiempo sobre el rostro
con situaciones extrañas
donde el que huye no cuenta
porque mi opinión no sirve
si es provocando pelea.
Canciones llenas de gracia,
de favores, de expresiones
que no sirven para mucho
si acariciás sin malicia
el muslo pesado y fuerte
de la pierna más cercana
de tu marido espantoso,
antipático, asqueroso,
y si eso no alcanzara
también feo y poderoso.