Amor, tu cuerpo, en el cuerpo de fémina
proyecta tu inocencia, en la pureza del ayer,
el lapso pueril en que el lúdico trance
de tus muecas justificaban la limpidez de tu tacto;
más en la relatividad del tiempo todo es huidizo
y así, la cariz de la inocencia quedó en el olvido,
y cuando la distancia crece, el alma se adolece…
perfeccionamos nuestras identidades,
-de garbo caballero y de reacia Reina-,
tú, siendo el amor, aceptaste la careta de los desiertos,
negándote al caótico misticismo que embelesa
a los sentidos, que seduce al pensamiento;
más así, como las hojas, entre los brazos del céfiro
se unifican, también las almas llegan al reencuentro,
revivificándose en el ardor emergente desde el interior
llameante del paroxismo … aguardan siempre el momento
a sabiendas que acaecerá la consumación en el tiempo.