Soledad, habiendo huido
por ventura a lugar ignoto,
tan lejano y remoto,
¿por qué me dejáis perdido?
Saben darme grata miel
los ensueños de la alegría,
¡mas aún lloro cada día,
lloro y río en negra hiel!
Del amor aún sostengo
la mano apasionada
que hallé en mi fiel amada,
y aún solitario me mantengo.
Me cierran, el lejano horizonte,
las negras vanidades del olvido.
¡Ya estará mi corazón dormido
al arrullo del río y del monte!
Mi alma, en silencio, está serena,
y en mi huerto delicado
ni aun las flores han cambiado
el negro y sucio esmalte de la pena.
¡Oh soledad, lejana en mi presente,
vas llenándome de delirios,
que, en mi jardín, crecen como los lirios
inmortales al lado de la fuente!