De la resaca del día, que me bebí esta tarde,
me salió como un dolor con ojos amarillos
y me quedé de cama entre tus piernas
mojadas de rocío.
Se volaron mis párpados
en pequeñas picadas
de un sueño que sobrio se tomo de repente
todo el vaso de vino que ofrecían tus labios.
Y se durmió un atardecer de hasta mañana.