Con cierta intención
escribo,
armado de éste hábito
que ya no es mío,
es un ser vivo
que sabe buscar
su propio aire;
ha crecido,
primero de mi,
después de ti,
luego,
de andar rodando
entre lenguas
y papeles,
imaginando palabras,
rescatándolas
de bocas ajenas,
filtrándolas
por entramados
de recuerdos,
midiéndolas,
para entender
el ajuste de tu talle,
la porción astral
de tu ombligo,
la fuerza
que mueve tus labios,
la suavidad negra
que enmudece
en tu cabello;
entonces,
en la aparente
soledad,
te escribo,
desde el hábito
que habito,
o que me habita,
con el propósito
de obviar,
las muecas que me hace
el último minuto,
de otra noche,
qué no estará
tu abrigo.
Eduardo A. Bello Martínez
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