Mi argentina es una vulnerable página de estancias
en la que moran los desaciertos, el dolor, la pena,
el latir sin esperanza de los pobres de la mesa
y de los pobres de alma
la desdeñan sin pausa y con prisa
están en garras de aves carroñeras
que aletean en busca de su presa
cual huesos olorosos de osamentas.
Las palomas ya no cantan solo lanzan
escupitajos de hiel embravecidas
por el llanto de su pueblo atormentado.
Buscando el sabor de mi bandera
no la encuentro, se ha vuelto desabrida
por el uso sin medidas de su nombre
en pos de un ideal de lúgubres mentiras
mi “bandera” la que orgullo causan sus colores
ahora ya teñidas por la sangre
que salieran de las bocas inocentes
de los niños, de los jóvenes y ancianos
me han gobernado, jeques, barones estridentes
y duquesas mal olientes
de corazones agusanados y almas pestilentes
que siempre encuentran argumentos
defendiendo el movimiento de los malos educandos
y recibiendo tortas magras los educadores maltratados
que son quienes forjan el futuro de diamantes
que se cobijan en la más bella felicidad:
la fantasía de un espejismo…
Beatriz Fernández