Descansa hace unos cuantos llantos el dolor,
intrépidas tormentas no dejan olvidar la agonía,
súplica que galopa entre corceles blancos y restos de alma,
un agobio se cierne sobre el cuello ya frágil.
Los cuervos observan desde un entrañable recuerdo,
paramos sumisos en un llano espectáculo,
suspiros que se elevan a los vientos acariciándolo todo,
en un lugar donde hablan las musas nocturnas.
El asombro se llena de tristeza y vida,
a sabiendas de que el sol llegara más tarde,
aciaga lejanía en un sabio silencio se columpia serena,
cantos que duermen la noche hasta el hartazgo.
Los cuervos se pierden en la oscuridad; mi alma ubicua y extraña,
un soplo insípido despierta mi pesadumbre,
ya taciturno me lleva la bruma,
los cielos se abren; y mis ojos...se pierden entre las estrellas.