Alientos de cavilaciones,
que me llevan al conocimiento
de mí mismo,
que va desde mi hálito
hacia el universo,
donde la semilla inmortal del alma,
cuál relámpago haciendo estruendo,
nace del vientre del deseo,
y que fenece con el olvido de mí mismo,
pues la vida es sólo el suspiro del instante.
Es sin más la naturaleza del recuerdo,
que entre las manos se esfuma.