“Vivo la triste ironía/ de un amor que sin querer nació,/ el mismo amor que luego moría/ y nunca supo por qué murió”.
Hoy estamos… pero mañana no sabemos,
en estos tiempos, esa frase tiene vigencia;
hay cosas que sin querer las posponemos
y no hay un aviso de ello en la conciencia.
Cosas simples, pero igual de importantes,
unidas al sentir si en el alma no hay vacío;
las expresiones de amor no son bastantes
y un abrazo para más tarde puede ser tardío.
No me niegues tu sonrisa ahora, piensa…
Tal vez más tarde ya de nada valdrá sonreír.
La vida es así, a veces puede ser intensa
y la intensidad es una manera de vivir.
Cada minuto vale y vale cada segundo,
no entender esto es un frecuente error;
gira sin parar y se complica el mundo
y muchos postergan un gesto de amor.
Eso es posponer, dejar para después,
creer que siempre habrá “un tiempito”;
es como no dar un remedio tal vez,
a su hora debida, sino… al ratito.
Ese simple ratito pudiera nunca llegar
y un segundo más tarde ser demora.
Por eso, al momento de un sentir expresar,
es hasta mucho mejor olvidarnos de la hora.
Lo instantáneo en estos días tiene importancia,
decir te amo ya, ahora mismo, sin esperar más.
Nos toca hacer los atajos, abreviar la distancia,
que sea ya el abrazo que te daré y me darás.
La inmediatez vale, es una acción fresca, viva;
el futuro siempre es incierto para ti, para mí.
No es lo mismo que sepas que aún no me iba,
que saber un segundo después, que ya me fui.
Original de Álvaro Márquez
Caracas, Venezuela
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