gaspar jover polo

DOS VECES MAR

 

DOS VECES MAR

  

Con el mismo nombre del mar,

Mari Mar atendía a sus amigos,

vecinos y compañeros de trabajo en la oficina.

Si al principio me llamó la atención fue por su nombre,

dos veces mar, mar al cuadrado.

Morena, delgada, más bien alta,

y con hablar pausado y escaso,

como si le pudieran dar de sí lo suficiente

la frase corta y el oportuno monosílabo.

Hasta que yo, Joaquín, un compañero,

bastante alto, con barba y decidido

la saqué a bailar en el guateque,

y luego, por todo el salón de baile,

caminamos.

 

Ya nos habíamos cruzado

por la empresa una o dos veces,

y yo le había gastado alguna broma,

le había lanzado algún requiebro,

esencialmente seria, de aspecto reflexivo, preocupado.

Le saqué con esfuerzo algunos verbos

y algunos adjetivos muy precisos.

 

Nos medíamos con los ojos desde lejos

nos abrazábamos a distancia con la vista

libre e impune de nuestros pocos años.

Mari Mar disfrutaba con la vista,

con los ojos del color de la almendra tostada,

una verdad tremenda que emergía

del marasmo del conjunto de miradas,

que, porque sí, sobresalía

como el pez arrancado de su medio.

 

Y hasta que yo, Joaquín, cogí su mano

como gesto de cariño a la salida,

y con lágrimas al borde de mis ojos,

como si no viera un motivo manifiesto

sino que, tal vez, solamente presintiera

un mal augurio, una ruptura rápida

que nos separaría al día siguiente.

 

Yo había trazado sin cálculo, aunque con entusiasmo, algunos planes.

Dios todopoderoso tal vez quería que yo la acompañara por un tiempo,

una tarde de día entre semana,

tal vez había previsto que salváramos juntos los escollos

de una colina con senda sinuosa,

de una valla ya podrida de madera,

con sus hoyos, sus piedras sueltas,

sus pendientes: un trozo de paisaje.

Debido al poco peso, ella saltaba

con una agilidad de mariposa.

O podríamos disfrutar de una tarde de cine

con sus padres en el salón de su casa,

o podría acompañarla hasta algún otro lugar

de nuestro barrio

hasta que se cumpliera el mal pronóstico.

 

Truncada la carrera en su comienzo,

seguro que se merecía que avanzáramos

al menos otro tramo

sobre la arena del camino.

 

Gaspar Jover Polo