INVASIÓN
… y lleno de amargura
vi un enjambre oscuro y espeso,
que manchaba las diáfanas aguas
de la ribera.
La blanca y fina arena
desapareció para siempre
al paso inclemente
del negro nubarrón.
Cerré los ojos y puños
porque me negué a palpar
el inminente desastre
revoloteando sobre mi cabeza.
Había comprendido la señal
de que era demasiado tarde,
de que nada se podía hacer,
de que todo
ya estaba perdido.