Su voz tan serena, me ofrece armonía,
y tiene su aliento frescura de rosa;
brillando su rostro, con luz muy hermosa,
despierta vibrante mi gran fantasía.
Extirpa del alma penumbra sombría,
su cuerpo perfecto de mítica diosa;
y es fresa madura su boca carnosa
que mana las mieles de dulce ambrosía.
Cubriendo de besos su piel tan lozana
mi vida se vuelve magnífico cielo;
me siento un Hipea robándome a Diana,
surcando planicies en mórbido anhelo:
¡Y vivo en las nubes la gloria profana
de soñarme un Eros que rompe su velo!
Autor: Aníbal Rodríguez