Ella se puso en camino, la densa niebla lo cubría todo, chispeaba, un xirimiri fino caía incansable.
En la atmósfera flotaban iones positivos, no se veían pero ella los percibía a cada paso que daba.
Se adentró en un bosque de helechos, brezos, serbales y pinos; era tal el silencio que reinaba que se paró en medio del camino a escucharlo.
Cerró los ojos, no sentía voces ni pisadas de otros peregrinos, sólo la brisa moviéndo su pelo rubio, estaba sola en bastantes metros a la redonda.
Siguió caminando contemplando la belleza verde de las montañas, los campos de labranza, y el cielo gris claro sin despuntar un pequeño rayo azul.
Atravesó varias aldeas donde los carteles escritos en gallego le arrancaban una pequeña sonrisa porque después de leerlos despacito, ella los entendía.
Se paró varias veces a contemplar las flores de la orilla del camino, no lo podía evitar, primero vio los brezos de un rosado puro, unas florecillas azules que desconocía su nombre, unos simples cardos rociados de agua de lluvia que le parecieron de una belleza deslumbrante al salir unos pétalos suaves de color rosa fucsia; nunca los había visto así de grandes y brillantes.
Su imaginación no paraba de hacer ramos con las flores silvestres de las orillas, estaban tan bonitas!
Abrió varias veces la capa de agua, no paraba de llover, sentía la lluvia en su rostro salpicada de gotas que le proporcionaban el más rico masaje facial y al bajar la cuesta de la empinada montaña varios peregrinos la adelantaron saludando.
¡Buen camino! Y ella respondía de igual manera...
Al atravesar el penúltimo pueblo se quedó parada en seco. Estaba frente a un castaño de 800 años de antigüedad extendia sus ramas a lo alto y su tronco a lo ancho sin poderlo abarcar.
Allí se hizo una foto para el recuerdo, le apasionaba contemplar los Árboles centenarios.
Se preguntó cuántos poemas se habrían escrito a su sombra? Cuántos besos se habrán dado bajo sus ramas?...
Ella siguió caminando, al pasar por el último pueblo un olor a caca de vacas se hacía insoportable y se dijo a si misma el virus está lejos de mí y sonrió.
Llegó sobre las dos de la tarde a su destino que era Triacastela con los bajos de los pantalones llenos de barro, despeinada, calada de arriba abajo, ...pero se la veía feliz!
17/08/2020