Los verdes olivares en la fría alborada,
miraron a gitanos caminar por sus trillos
lloraban a la luna, recitando estribillos,
de un cante de tristeza por el alma truncada.
Rosas grana quedaron, labrando la calzada,
en el cenit la luna con sus negros flequillos,
solo observaba triste los cantos de los grillos,
cubriendo melancólica la ciudad de Granada.
El odio intolerante cercenó al inocente,
quiso callar su pluma que fue osada saeta,
pendón de libertad que lucía su mente.
La mano criminal con la cruel bayoneta
solo provocó versos que fueron la simiente
para inmortalizar, al grandioso poeta.