Desvencijado ya el barniz
que lo escondía,
se atisban al ojo las astillas de lo vivido.
Desgastada, mate, condenada a mirar
para otro lado, la cal de los muros
tapa la desconchada ruina
de una fachada cuarteada que cimbrea
sobre el nicho blanqueado que oculta
el asíncopado latido
del muerto por hastío.
Sólo queda recoger los escombros
de lo que un día se erigió enhiesto,
firme, y hoy, abatido, vencido,
se cierra por derribo.
Y su memoria.
Luz De Gas