Nació al morir el invierno,
y nacer la primavera,
creció en ese corto tiempo,
y en verano un primor era.
Fue una flor paradisíaca,
dentro de mi corazón,
yo era un árbol milenario,
que año tras año aquí estoy.
Ella era una flor silvestre,
con vida y alegría sana,
al presentarse el verano,
fue como dulce manzana.
Ella durante ese tiempo,
me arrulló con su fragancia,
quise detener al tiempo,
y en vano fueron mis ansias.
De pronto llegó el otoño,
y su tez se marchitó,
yo la seguía viendo hermosa,
y el viento se la llevó.
Lástima que estoy plantado,
y no la puedo seguir,
luego hasta llegó el invierno,
y entonces sentí morir.
Su recuerdo me mantuvo,
y llegó otra primavera,
y nacieron muchas plantas,
físicamente como ella.
Año con año las miro,
y valla que son tan lindas,
pero ninguna en mi vida,
como la flor de mis días.
Mi corazón solo es suyo,
y ya tengo tantos años,
miro pasar a las flores,
los pájaros y venados.
Los anillos de mi cuerpo,
marcada llevan la huella,
de lo que fueron sus días,
desde aquella primavera.
La vida tubo sentido,
en mi estancia milenaria,
si me talla un carpintero,
hallará una cosa rara.
Verá todos mis anillos,
pero uno lleno de vida,
donde se guarda tu imagen,
y seguirás siempre viva.