El asno nunca entendió
que la selva se quemaba
y que él lo podía evitar
si agua en su lomo llevaba.
Se lo pidieron de rodillas
el tigre, el sapo y la ardilla;
el leopardo cien veces rogó
... pero el asno nunca entendió.
El no quiso ver
lo que los demás veían,
el no pudo ver
que el fuego más se encendía.
Y bien lo pudo evitar
si en su lomo llevaba el agua,
no se destruirían
ni la fauna ni la manigua.
Pero pudo más su terquedad,
a fin de cuentas... un asno;
para que entre en razón
¡faltan apenas mil años!
xE.C.