En el bosque, hechizado, perseguí una gacela
que llevó mis pasos al lugar más escondido,
en pos de sí una fragancia incendiaba el aire
con un cárdeno aroma a hierbabuena y tomillo.
En un ameno soto de plantas aromáticas
manaba una olorosa fuente agua de mirto,
en su espejo una ninfa miraba su cara
inmaculada como los pétalos de un lirio.
Sus rizados cabellos de oro peinaba absorta
entre blancas sonrisas y ardorosos suspiros,
de su boca de fresa amargas quejas volaban
en tules esmeraldas hacia el orbe infinito.
Mi súbita presencia en aquel dulce edén
en efímero vaho esfumó mi sueño idílico.
Aromas de nostalgia